INTRODUCCIÓN
Después de
haber servido treinta y dos años a mi pueblo bajo banderas en el Ejército de
Colombia y al habérseme restituido todos los derechos de ciudadano,
especialmente el de la libertad de expresión en tantos años conculcada, me he
propuesto expresar en poemas los sentimientos relacionados con la problemática
nacional, especialmente en momentos aciagos, cuando el país estuvo a punto de
sucumbir por la acción de los narcoterroristas; por el desgobierno como
consecuencia de la aceptación de dineros de la economía subterránea en apoyo de
las campañas políticas y por la tolerancia con el accionar de los grupos
armados al margen de la ley, permitiéndoles un acelerado crecimiento mientras
se hacían unas negociaciones ficticias de paz y se atacaba a las Fuerzas
Armadas desde diferentes escenarios en el campo nacional e internacional.
Me he
propuesto escribir libremente, sin la tiranía de la retórica ni el
encasillamiento de las escuelas, para llevar al lector, con la independencia
requerida, las vivencias de un hombre que desde niño sintió en carne propia el
dolor de la violencia y como soldado vio de cerca los horrores de la guerra, la
corrupción política de sus dirigentes, el desgreño administrativo, la
injusticia social y la ignorancia del pueblo, aprovechada para comprarle su
conciencia.
En mis poemas
predomina la poesía narrativa o narrativa poética para comunicar directamente
la visión de las cosas como testigo de un sistema democrático con muchas
falencias. Como ciudadano, creo que tengo la obligación de dejar un testimonio
de lo que me ha correspondido ver durante la vida para que las nuevas
generaciones entiendan la problemática mejor, produzcan los cambios requeridos
y hagan una Colombia grande, respetada, libre, con justicia, donde todos
tengamos un lugar sin distinción de religión, de raza y condición social.
Debo agradecer,
en primer lugar, al Señor por haberme dado todo lo que poseo, por proteger mi
vida y por mostrarme el camino recto. En segundo lugar, a los diarios La República y El Tiempo, de Bogotá; al periódico de Acore, al Diario de Tunja, a los diarios La Nación, de Neiva, y El Heraldo, de Barranquilla; a los
periódicos Oír, de Ibagué; Tiempos del Mundo, The Washington Times; Colusa,
de Miami; a la Revista de Artillería,
a los boletines de Aprovisor y El Cangrejo, por haberme permitido difundir mi
pensamiento como columnista.
A los colombianos
quiero manifestarles que, al cambiar la espada por una pluma, prometí luchar
hasta el último día de mi vida para que tengan un país en paz, en concordia y
hermandad, como lo expreso en este juramento:
“Juro
por Dios, de frente a mi gloriosa bandera,
defender
esta hermosa Patria hasta que muera,
respetar
la voluntad del pueblo soberano,
mantener
la integridad del suelo colombiano.
Prometo
ser libre y guerrear como una fiera,
contra
el agresor de mi gente y de mi tierra,
contra
aquel que quebrante cualquier derecho humano,
contra
el inquisidor, el corrupto y el villano
A la Patria no le pido nada; tan solo
quiero seguir sirviéndole con honor y honestidad hasta la muerte
Héctor José Corredor Cuervo
Héctor José Corredor Cuervo
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